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En los últimos años, el sector agroalimentario en América Latina ha experimentado una transformación significativa impulsada por la creciente demanda de productos más saludables, sostenibles y accesibles. En este contexto, las legumbres —como los frijoles, garbanzos, lentejas y arvejas— se han posicionado como ingredientes clave tanto en los hogares como en la industria alimentaria. El Mercado Latinoamericano de Legumbres alcanzó un valor aproximado de 8,11 millones de toneladas en 2024, y se estima que crecerá a una tasa anual compuesta del 3,7% entre 2025 y 2034, para llegar a 11,24 millones de toneladas en 2034.
Este crecimiento sostenido refleja el rol cada vez más importante de las legumbres en la seguridad alimentaria regional, así como su versatilidad nutricional y ambiental. A continuación, se analiza el panorama actual, los impulsores clave del mercado, los desafíos presentes y las oportunidades emergentes para productores, distribuidores y compradores.
Las legumbres han sido un componente básico de la dieta latinoamericana durante siglos, particularmente en países como México, Brasil, Colombia, Perú y Argentina. Además de su valor cultural, son reconocidas por su perfil nutricional —ricas en proteínas, fibra, vitaminas y minerales— y por ser una alternativa económica frente a las proteínas animales.
La creciente conciencia sobre la salud, las dietas vegetarianas y veganas, junto con la promoción de la agricultura sostenible, ha fortalecido aún más la demanda interna y externa de legumbres. Esta tendencia está respaldada por políticas públicas, programas de alimentación escolar y acuerdos comerciales regionales que han facilitado el comercio intrarregional.
Cada vez más consumidores latinoamericanos están priorizando alimentos que promuevan la salud cardiovascular, el control de peso y la reducción del colesterol. Las legumbres cumplen con estos criterios, siendo una fuente asequible de proteínas vegetales de alta calidad.
Las legumbres tienen la capacidad de fijar nitrógeno en el suelo, mejorando su fertilidad sin necesidad de fertilizantes químicos, lo que las convierte en cultivos aliados de la agricultura sostenible. Esto las posiciona favorablemente en un contexto de creciente preocupación por el cambio climático y la seguridad alimentaria.
Varios países latinoamericanos han incrementado sus exportaciones de legumbres hacia mercados como Europa, Asia y Estados Unidos, lo que ha impulsado la producción a gran escala. Paralelamente, se ha incrementado el uso industrial de legumbres en alimentos procesados, harinas funcionales, proteínas vegetales y snacks saludables.
Programas como los del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) y la FAO promueven la producción de legumbres como parte de estrategias alimentarias sostenibles, lo que ha incentivado a los pequeños productores a integrar estos cultivos en sus sistemas agrícolas.
Es uno de los mayores productores y consumidores de frijol en la región. La demanda interna sigue siendo sólida, pero también se han diversificado las exportaciones, especialmente hacia Estados Unidos.
Si bien históricamente el frijol ha sido el más cultivado, se observa un creciente interés por otras variedades como lentejas y garbanzos, en respuesta a nuevas tendencias dietéticas y al aumento del consumo fuera del hogar.
Se destaca como importante exportador de poroto (frijol), con acceso a mercados europeos y del Medio Oriente. También ha comenzado a industrializar derivados como harinas y snacks.
A pesar de tener una producción más limitada, ha mostrado un incremento significativo en la importación de legumbres debido a la adopción de dietas más saludables.
Tiene una producción diversificada, con variedades nativas que están ganando tracción tanto a nivel local como internacional, en parte gracias a la valorización de los superalimentos andinos.
A pesar de las proyecciones favorables, el mercado enfrenta desafíos que podrían ralentizar su crecimiento si no se abordan adecuadamente:
Volatilidad climática: Fenómenos como El Niño y La Niña afectan directamente el rendimiento de los cultivos de legumbres, especialmente en zonas secas o montañosas.
Limitaciones en la cadena logística: La falta de infraestructura de almacenamiento, transporte y comercialización limita la competitividad de los pequeños y medianos productores.
Falta de valor agregado: Aún hay una baja industrialización de legumbres, lo que reduce el margen de ganancia en comparación con los productos derivados como harinas o proteínas vegetales.
Desinformación nutricional: Aunque las legumbres son altamente nutritivas, aún enfrentan una percepción de ser un “alimento pobre” en ciertos segmentos urbanos.
El Mercado Latinoamericano de Legumbres tiene un amplio margen para la innovación y expansión, tanto en el mercado local como en el internacional:
Desarrollo de nuevos productos: Las legumbres pueden utilizarse para crear harinas funcionales, análogos de carne, pastas, bebidas vegetales y alimentos infantiles.
Certificaciones orgánicas y de comercio justo: Estas etiquetas pueden abrir puertas en mercados premium internacionales y aumentar el valor percibido del producto.
Alianzas público-privadas: Proyectos conjuntos entre gobiernos, ONGs y empresas agroindustriales pueden facilitar la transferencia tecnológica, el acceso al financiamiento y la modernización del sector.
Exportaciones a nichos étnicos: Las comunidades latinoamericanas en el exterior constituyen un mercado atractivo para variedades tradicionales de legumbres, generando demanda estable.
De cara al futuro, se espera que la expansión del mercado de legumbres se sostenga con una mayor tecnificación del agro, un creciente consumo consciente, y la integración de estos cultivos en cadenas de valor más amplias. La digitalización, la trazabilidad y las prácticas sostenibles jugarán un rol clave para garantizar la competitividad regional.
Además, el aprovechamiento de tratados de libre comercio y la integración regional pueden consolidar a América Latina como un líder en la exportación de legumbres de calidad y con valor agregado.